Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar

Al asumir el control de Publicaciones Semana, el banquero Gabriel Gilinski produjo un gran remezón en el periodismo nacional. Mientras renunciaban grandes plumas y periodistas claves, muchos se preguntaban si la revista dejaría atrás su legado de investigación y denuncia a favor de una actitud más afín a la derecha política. Un día después del anuncio, la periodista Camila Zuluaga y su equipo de Blu Radio lograron entrevistar a Gilinski, quien poco acepta figurar en los medios. Zuluaga no se detuvo ante las respuestas, a veces evasivas, del entrevistado. Hizo preguntas y contrapreguntas certeras y persistentes sobre la nueva línea editorial; indagó sobre si los nuevos dueños intervendrían en el contenido, sobre la apuesta digital y la credibilidad del medio. Con una conversación oportuna y ágil desentrañó indicios reveladores acerca del nuevo rumbo de Semana.

Margarita Vidal y Kyoko Swords son las caras visibles de la entrevista que premiamos hoy. Resultado del trabajo en equipo, esta pieza se enriquece con una narrativa que desborda el formato tradicional y apuesta por la convergencia de lenguajes. En ella se encuentran la charla convencional y la exposición a través de móviles; el recinto de una biblioteca y el escenario caótico de la ciudad; la vasta experiencia de la entrevistadora y el decir fresco de la ‘youtuber’ que se mueve en una dimensión paralela que simula la virtualidad. Todo esto en beneficio del libro El álbum del sagrado corazón del cine colombiano, escrito por Hugo Chaparro, personaje entrevistado que nos enseña en su mirada cinematográfica un indicador de lo que somos.

Para saber cómo se consolidó la voz narradora de Pilar Quintana, una de las escritoras más relevantes del presente, Tatiana Escárraga se sumergió en una entrevista deliberadamente peligrosa. Al plantear preguntas que pasaron los límites de lo convencional, surgidas de su exquisito conocimiento sobre la obra de la autora, logró que Quintana floreciera en una colección de respuestas memorables porque develan, sin pudor, las heridas y las cicatrices que subyacen bajo la potencia de su escritura. En esta pieza ejemplar ambas protagonistas se someten y se liberan sin hacerse daño; construyen una conversación que sacia al lector.